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En Luis Cernuda
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 Article publié le 5 mars 2023.

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Quiero leer estos textos cardinales en que Cernuda se glosa y presenta a sí mismo, va a sus recovecos y honduras, y nos presenta el núcleo de su vivencia -sentir y pensar- de la poesía y cómo su vida en torno a ella ha construido, estos textos críticos y a la vez muy personales -pero esto es algo que podría decirse de todos su textos críticos, y de ahí el fervor con que tan joven los leí- que están en el tercer apartado de Poesía y Literatura y que son “Palabras antes de una Lectura”, “El Crítico, el Amigo y el Poeta” e “Historial de un libro”. Así he dicho que quería hacerlo y empiezo a hacerlo. Empiezo por el primero de ellos, “Palabras antes de una Lectura”, que entiendo ha de ser una prefiguración y anticipo del capital “Historial de un libro”. Me agrada e interesa muchísimo. Hay afirmaciones muy sustantivas, muy de fondo sobre lo que es la poesía -es para él y es en sí-. Leo ya al principio : “El instinto poético se despertó en mí gracias a la percepción más aguda de la realidad, experimentando, con un eco más hondo, la hermosura y atracción del mundo circundante. Su efecto era, como en cierto modo ocurre con el deseo que provoca el amor, la exigencia, dolorosa a fuerza de intensidad, de salir de mí mismo, anegándome en aquel vasto cuerpo de la creación. Y lo que hacía aún más agónico aquel deseo era el reconocimiento tácito de su imposible satisfacción”. Y después : “Mas no sólo lucha el poeta con su ambiente social, sino que asiste a otra lucha igualmente dramática, quizá más dramática aún, pero las fuerzas con quienes en este caso lucha son invisibles. El poeta intenta fijar el espectáculo transitorio que percibe. Cada día, cada minuto le asalta el afán de detener el curso de la vida, tan pleno a veces que merecería ser eterno. De esta lucha, precisamente, surge la obra del poeta, y aunque el impulso de que brota nos parezca claro, en él hay mucho de misterioso. Lo más sencillo, lo más claro de este mundo tiene una raíz incógnita.// La sociedad moderna, a diferencia de aquellas que la precedieron, ha decidido prescindir del elemento misterioso inseparable de la vida. No pudiendo sondearlo, prefiere aparentar que no cree en su existencia. Pero el poeta no puede proceder así, y debe contar en la vida con esa zona de sombra y de niebla que flota en torno de los cuerpos humanos. Ella constituye el refugio de un poder indefinido y vasto que maneja nuestros destinos. Alguna vez he percibido en la vida la influencia de un poder demoníaco, o mejor dicho, daimónico, que actúa sobre los hombres.// ¿En qué consiste ese poder ? Confieso mi recelo a las definiciones, porque el tiempo se encarga de que nuestro pensamiento sobrepase las definiciones que hicimos. Además, ese poder daimónico a que aludo está estrechamente unido a mis creencias poéticas, y ni lo daimónico ni lo poético pueden definirse. Pero voy a precisar algo más en este punto, por lo que a mis creencias poéticas atañe”. Me agrada e interesa muchísimo este texto. Había pensado en leer también algunos textos más primeros, que se incluyen al final, tras la reunión miscelánea de “Prosas sueltas en revista”, en el apartado “Apéndice”, y que están como esbozados pero siempre he recordado, y citado a veces alguna afirmación o testimonio de ellos, y que son “Presentación a una lectura poética” y “Acerca de mis versos”. Así que voy a leerlos y los leo. Encuentro estas afirmaciones queridas, la raíz y razón de la afirmación de Juan Ramón Jiménez con la que Cernuda quería emparentar el escribir como se habla, o al menos en cierto modo o hasta cierto punto -“Lenguaje hablado y lenguaje escrito. Equilibrio necesario entre ambos. Necesidad de una raíz ancestral en el lenguaje. (“Escribo como mi madre hablaba”, J.R. Jiménez)”-, y me hace recordar que para esta afirmación encontré desde un magnífico e insólito libro de Rosa Chacel. La afirmación final espléndida del segundo de estos textos (“La vida es quien dispone : traza sus leyes y luego nos señala irónicamente, al lado de aquéllas, la excepción. No intento explicar mis versos. La poesía no se explica, y quien descomponiendo los elementos del poema trata de explicarla, destruye el poema.)”, que es algo, como sucede con otras afirmaciones o pensamientos aquí recogidos, que Cernuda desarrolla más en otros momentos. Quiero traer una afirmación preciosa que se encuentra en el primero de estos textos : “El poeta, aunque tantos le estimen criatura fantástica y ajena al mundo, es quizá quien conciencia más clara tiene del mundo, y no puede sustraerse a lo que a éste afecta”. Y, en relación a asuntos que desarrollará y explicará también en otros momentos, el apunte y aparición aquí de la razón y explicación de la personificación de algunos de sus poemas, de la voz dramática que en ellos habla, enlazada con esa lírica inglesa y los monólogos dramáticos de Browning, por ejemplo, y que es algo que otros poetas han llevado a cabo de manera que resulta distintiva de su poesía -pensemos en Kavafis- pero que en nuestro idioma resultaba nuevo, una aportación original tal como la trae Cernuda desde otra tradición y de la que aquí, como digo, apunta y da ya algunas razones. Así nos dice : “Algo de ello se expresa en ciertos versos míos, en los cuales, cansado de la subjetividad excesiva de nuestra poesía moderna, hallé conveniente a veces, en mis versos, suponer un ser ficticio, quien colocado en circunstancias determinadas pudiera dar voz a mi propia experiencia. Voy a leerlos. Habla en ellos un soldado anónimo, compañero de Hernán Cortés durante la conquista de Nueva España. (Se cita aquí el poema “Quetzalcóatl”). Creo que el poeta debe contar mucho con esa posibilidad de desprendimiento humano, de no escuchar en nosotros sino lo que es resultado de contemplación desinteresada, despersonalizada, diría, de las cosas. El poeta por otra parte debe saber limitarse a lo esencial, a lo que todavía creemos esencial, ya que durante los años pasados todos hemos aprendido a prescindir de bastantes cosas antes creídas necesarias, y esta limitación ha terminado modificando mi trabajo. Sé, como mis antecesores los poetas sevillanos del siglo XVII, que en un lugar amigo, en soledad con las cosas que llaman inanimadas, puede hallarse un maravilloso momento de eternidad”. Había pensado en leer el texto “Reflejo de México en la obra de José Moreno Villa”, por pensar que quizá completaría mi lectura ahora de Variaciones sobre tema mexicano y así lo hago -y así lo hace, sí la completa. Nos dice Cernuda : “Desconozco las reacciones primeras entre los españoles que llegaron a México hacia 1939. Y al hablar de españoles no aludo al energúmeno nacional, que siempre hallando defectos en su tierra está siempre dispuesto a “pronunciarse”, aunque tan pronto como se traslada a otra también halla en ella defectos innumerables, al mismo tiempo que la suya le parece entonces de perfecciones. Es un inadaptable más que un inadaptado. Me refiero sólo al reducido número de poetas y escritores con los que tenía yo amistad antigua y a los cuales encontré aquí en 1949. Por esa fecha sus reacciones primeras ante la tierra mexicana habían desaparecido bajo la acción de la costumbre.// Acaso sean los andaluces, de todos los españoles, los mejor dispuestos para recibir impresiones nuevas, distinguir entre ellas y apreciar su calidad diferente ; acaso también puedan ser los andaluces los más amigos de México, los que mejor lo entiendan. No tengo tiempo ahora para discutir esa afirmación, que ofrecida sin base parecerá bastante gratuita ; recordaré al menos que Manuel Rodríguez Lozano me dijo una vez cómo de todos los españoles eran los andaluces aquellos con quienes se llevaba mejor. Andaluz era precisamente José Moreno Villa, uno de los más decididos amigos que entre nosotros tiene México”. Y en Variaciones sobre tema mexicano está muy clara y como fondo especialmente presente Andalucía, y es Andalucía, el ser de ella lo que le hace a Cernuda sentirse especialmente en casa, la Andalucía tan presente desde la memoria y el lirismo en Ocnos y también reencontrada en América, pero con algo distinto, y así lo indicaba el otro día. Se refiere a lo que José Moreno Villa nos dice de la impresión que causa a quien llega el escuchar su propia lengua hablada tan lejos, y en tierra, continente tan inmenso. Refiere Cernuda lo que dice José Moreno Villa, a lo que suma su propio juicio : “Respecto a la impresión tan honda y entrañable que el español puede sentir al oír su lengua hablada por otros pueblos al otro lado del mundo, dice : “Voy creyendo que los mexicanos tienen todavía, al cabo de los siglos y las cruces, una dificultad nativa para hablar el castellano”. (Es de Moreno Villa de quien hablo, no de mí ; pero no puedo citar estas palabras suyas sin indicar al margen lo opuesto de mi opinión : el castellano hablado por el pueblo mexicano me parece en ocasiones más castizo, más elegante que el del pueblo español)”. Es natural que a esto se refiera, y también que este comentario añada. El primer texto o poema en prosa de Variaciones sobre tema mexicano se titula “La lengua”. Lo recuerdo y su testimonio e impresión a este respecto es de tal importancia que no quiero glosarlo o trocearlo, y por esto pienso que voy a traer aquí este primer poema de este libro. Dice Luis Cernuda en “La lengua” : “-Tras de cruzada la frontera, al oír tu lengua, que tantos años no oías hablada en torno, ¿qué sentiste ?/ -Sentí cómo sin interrupción continuaba mi vida en ella por el mundo exterior, ya que por el interior no había dejado de sonar en mí todos aquellos años. * La lengua que hablaron nuestras gentes antes de nacer nosotros de ellos, ésa de que nos servimos para conocer el mundo y tomar posesión de las cosas por medio de sus nombres, importante como es en la vida de todo ser humano, aún lo es más en la del poeta. Porque la lengua del poeta no sólo es materia de su trabajo sino condición misma de su existencia./ Y si la primera palabra que pronunciaron tus labios era española, y española será la última que de ellos salga, determinadas precisa y fatalmente por esas dos palabras, primera y postrera, están todas las de tu poesía. Que la poesía, en definitiva, es la palabra. * ¿Cómo no sentir orgullo al escuchar hablada nuestra lengua, eco fiel de ella y al mismo tiempo expresión autónoma, por otros pueblos al otro lado del mundo ? Ellos, a sabiendas o no, quiéranlo o no, con esos mismos signos de su alma, que son las palabras, mantienen vivo el destino de nuestro país, y habrían de mantenerlos aun después que él dejara de existir./ Al lado de ese destino, cuán estrecho, cuán perecedero parecen los de las otras lenguas. Y qué gratitud no puede sentir el artesano oscuro, vivo en ti, de esta lengua hoy tuya, a quienes cuatro siglos atrás, con la pluma y la espada, ganaron para ella destino universal. Porque el poeta no puede conseguir para su lengua ese destino si no le asiste el héroe, ni éste si no le asiste el poeta”.

 

Recuerdo el carácter particular del texto “El Crítico, el Amigo y el Poeta”. Empiezo a leerlo. Está la acidez y está también la amargura, el ajuste de cuentas, pero también la lucidez sin más. Leo en un momento un fragmento que quiero transcribir : “-Qué fácil es para el poeta desdeñar al crítico./ -Acaso menos fácil que para el crítico desdeñar al poeta a quien no entiende. Recuerde que el poeta está solo, y el crítico va en manada o, si lo prefiere, en partida./ -Algo le duele ahí, pues que tan amargo se vuelve./ -¿Recuerda a Don Quijote vencido, camino de su aldea, cuando, durmiendo en el campo, una piara de cerdos le pasa por encima ? Nunca busco en Don Quijote más de lo que Cervantes dice ; pero a pesar mío veo ahí una imagen de lo que con el poeta hacen los críticos./ - No todos los críticos son gente tan baja como usted pretende. Recuerde además que algunos poetas fueron también críticos./ -Todo poeta es, o debe ser, un crítico ; un crítico silencioso y creador, no un charlatán estéril”. Esto nos dice este supuesto amigo de Luis Cernuda que por supuesto es él mismo. Y creo que la condición de crítico, la lucidez y valor de sus escritos críticos, sus dotes como tal, la participación en su obra que suponen y significan sus análisis, testimonios y comentarios es -como he predicado de algunos de estos textos que empiezo a leer, pero siento quiero predicarlo y referirlo ahora de su labor crítica toda- cardinal, y central en su obra. Si hace dos o tres días pensé en poco conocidas narraciones como puertas en las que entrar en Luis Cernuda, siento -y estoy seguro que así es- que leer sus testimonios personales de carácter crítico, sus textos de esta índole más primeros, sus esbozos, también los con justicia considerados como más capitales, nos hace estar en Luis Cernuda, no sólo entrar o haber entrado en él sino estar en su mismo centro. Así es, considero, su carácter capital, que podemos señalar e intentar advertir sobre él desde diversas perspectivas y maneras. Su obra de creación, su obra poética, es acompañada con la lucidez y el alto valor de este quehacer personalísimo de juicio y comentario crítico y también testimonial -de sí mismo y de una época, de una vida de poeta y tantas cosas.

 

Me queda por leer el espléndido “Historial de un libro”, y otros textos misceláneos en los que pensé. He visto el texto dedicado a Gérard de Nerval, y como quiero leer Las hijas del fuego, una reunión de su prosa, pienso que también me agradaré leerlo. Leo su principio : “He leído y releído a Nerval durante más de treinta y tantos años. Digo esto no sólo para que se dé por supuesto, naturalmente, que conozco bien su obra, sino para sugerir que, tras de la admiración que por él siento, hay afecto que me acompaña a lo largo de la vida”. Pienso, al leerlo, que también estoy leyendo yo así a Cernuda, con el afecto y la memoria de tantos años de acompañarme y tenerlo tantas veces presente, y que desde ese afecto y esa memoria, con su acumulación es como leo ahora otra vez estos textos, y así voy a leer este texto capital, “Historial de un libro”. Jaime Gil de Biedma nos refiere en un ensayo el ilimitado entusiasmo con que lo leyó cuando Camilo José Cela lo publicó en Papeles de Son Armadans, y lo recuerdo -me fijé en ese momento y lo he recordado siempre- porque también podría yo así decir que lo leí. Hay tantos juicios, pensamientos, comentarios, testimonios y observaciones de él que me han acompañado siempre que no acabaría de comentarlo. Afirmaciones fundamentales sobre la poesía, su vivencia, su hondura. Así leo en un momento -hacia el principio : “El hito tercero y decisivo en el camino que yo parecía seguir casi sin iniciativa propia, lo crucé hacia 1923 o 1924, a los 21 o 22 años. Hacía entonces el servicio militar y todas las tardes salía a caballo con los otros reclutas, como parte de la instrucción, por los alrededores de Sevilla ; una de aquellas tardes, sin transición previa, las cosas se me aparecieron como si las viera por vez primera, como si por primera vez entrara yo en comunicación con ellas, y esa visión inusitada, al mismo tiempo, provocaba en mí la urgencia expresiva, la urgencia de decir dicha experiencia. Así nació entonces toda una serie de versos, de los cuales ninguno sobrevive”. Y en otro momento : “Lo maravilloso de la poesía es la posibilidad inagotable que hay en ella, por lo cual ningún poeta, aun siendo de los mayores, puede darnos, si no alguna o algunas de dichas posibilidades, un punto de vista limitado con respecto a la vasta poesía”. Y en otro : “El arte de la poesía requiere unas veces el toque ligero y otras el toque insistente, pero en ambos casos el resultado debe confundir la paciencia con la sorpresa.// Desde que comencé a escribir versos me preocupaba a veces la intermitencia que ocurría, a pesar mío, en el impulso para escribirlos. Éste no dependía de mi voluntad, sino que se presentaba cuando quería ; una experiencia inaplacable, una necesidad expresiva, eran, por lo general, su punto de arranque. El impulso exterior podía depararlo la lectura de algunos versos de otros poetas, oír unas notas de música, ver a una criatura atractiva ; pero todos esos motivos externos eran sólo el pretexto, y la causa secreta un estado de receptividad, de acuidad espiritual que, en su intensidad desusada, llegaba, en ocasiones, a sacudirme con un escalofrío y hasta a provocar lágrimas, las cuales, innecesario es decirlo, no se debían a una efusión de sentimientos. Aprendí a distinguir entre lo que pudiera llamar la causa aparente y la causa real de aquel estado al que acabo de referirme y, al tratar de dar expresión a su experiencia vi que era la segunda la que importaba, aquella de la cual debía partir el contagio poético para el lector posible”. No terminaría de señalar, lo he indicado, las cuestiones fundamentales que de este texto me han acompañado. Que restallan por su ecuanimidad y ponderación. Así, por ejemplo, a pesar del agrio poema que le dedicó en Desolación de la Quimera, de cómo se agrió su recuerdo y juicio sobre él, hay un juicio en que hace justicia al papel e importancia de Pedro Salinas para él y su vida de poeta. “No sabría decir cuánto debo a Salinas, a sus indicaciones, a su estímulo primero ; apenas hubiera podido yo, en cuanto poeta, sin su ayuda, haber encontrado mi camino”. Me fijo en él por esta ponderación y justicia y también porque ciertas narraciones de Salinas me han hecho pensar en leer las de Cernuda, Salinas me ha llevado a Cernuda en mi pensar y mis intenciones y en estos textos. Y quería decirlo como entre paréntesis. Me fijo en su final, del que he citado a veces la máxima que suponen sus últimas palabras -carácter es destino- y están dichas como emblema. Sé que es algo de carácter muy personal, y que puede pensarse que hay, habría otros aspectos de cultura en una vida de arte y el testimonio de una época que sería más oportuno destacar. Pero quiero destacarlo. Quizá Cernuda lo aprobaría y no le disgustaría -que así lo hiciera. Tenemos al principio su advertencia sobre el carácter inevitable que tiene el aspecto personal en una reflexión y testimonio de este tipo, pues de esta manera empieza “Historial de un libro” : “Debo excusarme, al comenzar la historia del acontecer personal que se halla tras los versos de La Realidad y el Deseo, por tener que referir, juntamente con las experiencias del poeta que creó aquéllos, algunos hechos en la vida del hombre que sufriera éstas. No siempre será aparente la conexión entre unos y otras, y al lector corresponde establecerla, si cree que vale la pena y quiere tomarse la molestia” : Y éste es el final de “Historial de un libro” : “Alguna vez me contaron en la casa familiar, en Sevilla, cómo durante la fiesta que siguió a mi bautizo, al arrojar mi padre desde un balcón al patio lo que allí llamaban “pelón”, mis primos y primas, que eran numerosos, se arrojaron sobre el montón de monedas, mientras mi hermana Ana, segunda hermana mía, se quedaba en un rincón, mirando el espectáculo y sin participar en él. Al preguntarle alguno por qué no entraba, ella también, en la refriega, respondió : “estoy esperando a que acaben”. En su respuesta veo, no tanto la tontería inocente, como la muestra de cierta cualidad insobornable, rasgo característico del temperamento familiar, que también existe en mí.// Así, frente a la turbamulta que se precipita a recoger los dones del mundo, ventajas, fortuna, posición, me quedé siempre a un lado, no para esperar, como decía mi hermana, a que acabaran, porque sé que nunca acaban o, si acaban, que nada dejan, sino por respeto a la dignidad del hombre y por necesidad de mantenerla ; y no es que crea no haber cometido nunca actos indignos, sino que éstos no los cometí por lucro ni por medro. Verdad que la actitud puede parecer a algunos tontería, y no ha dejado de parecérmelo también a mí bastantes veces. Pero ya lo dijo hace muchos siglos alguien infinitamente sabio : “carácter es destino””.

 

Quiero leer también “Góngora y el gongorismo” y “Vicente Aleixandre”. Hay también tantas cosas que señalar en este texto fragmentario y como abocetado sobre Góngora. Traeré algún párrafo de él. Éste : “Cervantes, tan español y tan poco español al mismo tiempo, sonríe y acepta su miseria y sus desdichas. Escribe, y al recordarlas así, las olvida. Lope, lleno de facundia, de acomodo y de amable vulgaridad, bulle, trepa y se remueve, como el pez, en el aguachirle donde tan a gusto suyo y de los demás ha caído. Góngora no puede olvidarse, como Cervantes, de su miseria viva en su miseria escrita. Ni su rigor, nobleza y decoro le permitían el fácil relumbrón de Lope.// Se exige a sí mismo lo máximo. Sufre y escribe, realizando en sus versos el mundo que buscaba inútilmente fuera de sí. Y no es que ese mundo que traslucen sus versos sea pura invención, no. Es más real que la simple realidad. Es una naturaleza edénica, que él ha visto y que nos hace ver a través de la magnífica expresión apasionada que le presta. Tiene sus cielos y sus nubes, sus ríos y sus árboles, lo mismo que la naturaleza que vemos, y lucen, fluyen y brotan hojas con una magia que no es otra sino la misma natural”. Y éste : “Esa inclinación hacia lo original, que el artista no elige, sino que fatalmente se le impone, a pesar de todas las desdichas que con ello se acarrea, es la única razón de ser del artista. Quien no pinte, quien no escriba por un impulso íntimo e irremediable, sin pretender conseguir con su obra otra cosa ajena a la propia satisfacción de verla concretarse palabra a palabra, pincelada a pincelada, como algo distinto y nuevo dentro del mundo mismo donde su creador supo abstraerla día tras día, originalmente, no es un artista, ni su obra encierra esa misteriosa verdad que resiste el tiempo”. Y éste : “No existen dos Góngoras, uno oscuro y afectado y otro claro y fácil. Sólo hay un poeta, perfectamente coherente en su producción total, cuya expresión, siempre más densa y eficaz que la de cualquier otro escritor español, va aquilatándose con el transcurso de su vida y aplicándose a temas más hondos, como lo exige por lo demás el proceso de maduración espiritual de cualquier artista.// No conviene olvidar, sin embargo, ese acento inicial de alada burla, ese ángel que anima las primeras composiciones del poeta, porque lo guardará toda su vida, y asoma, aquí o allá, a través de toda su obra, aún en aquellos versos más graves que salgan de sus manos. En muchas de sus cartas, en las escritas al final de su vida, cuando tan escasos motivos tenía para sonreír, asoma a través de sus contenidas penas, esa ligera luz, tan humana y tan rara entre españoles, que anima toda su obra.// Esa luz es la que, engrandecida y llevada a su más alto valor, anima con pasión inmensa, vuelta esplendor, su obra total”. Y luego Vicente Aleixandre, y en este testimonio de una amistad tantas cosas que recuerdo. Cómo quisieron fuera esta amistad, y qué fue para ellos el surrealismo : “Al comienzo de nuestra amistad Aleixandre y yo habíamos hecho un pacto : evitar lecturas en alta voz de nuestra labor inédita, y hasta las referencias literarias en general. Creo recordar que él cumplió la primera condición ; la segunda era imposible cumplirla. Por mi parte temo que acaso no cumplí la primera tan bien como Aleixandre, y desde luego en modo alguno la segunda.// A quien parezca absurda dicha actitud debo recordarle que Aleixandre y yo queríamos formar una amistad humana, no literaria ; la vida, y no la literatura, era lo que más nos importaba. Ambos, tras un primer libro de tono reticente y gesto recogido, cuya significación y alcance pocos percibieron, buscábamos mayor libertad de expresión.// Supusimos que podíamos hallar ésta a través del superrealismo, entonces en su boga inicial ; y en este punto no sé si mencionar además, aunque sólo con respecto a Aleixandre, el nombre de Freud, cuyas obras recuerdo que estaban en su biblioteca.// Pero el superrealismo acaso no representó para nosotros más de lo que el trampolín representa para el atleta ; y lo importante, ya se sabe, es el atleta, no el trampolín. Es posible, además, que el propio Aleixandre piense hoy acerca de esto de modo diferente. En todo caso, desde aquel momento, y tenga el arranque que tenga, la poesía de Aleixandre había de dar mayor libertad expresiva, a través de un desarrollo y enriquecimiento constante, a las fuerzas oscuras y torturadas que tan admirablemente nos ha revelado”. El público, la tradición, la recepción de una obra poética desde el caso y la obra de Aleixandre : “Mas dicha revelación, aunque relativamente temprana en la obra de Aleixandre, no halló entre su propia generación mentes dispuestas a recibirla. ¿Por qué ? Sabido es que mientras mayor trascendencia tiene la obra de un escritor, mayor dificultad tiene también para que se la reconozca y acepte. No hablemos de los críticos, porque de la ignorancia habitual en críticos profesionales y eruditos nos da prueba repetida la historia de la literatura.// Fueron las generaciones nuevas, no los críticos contemporáneos del poeta, quienes percibieron el valor que tenían sus versos. Una vez abierto el camino, por la admiración de la gente moza, los Aristarcos comenzaron, retrospectivamente, a darse por enterados, o a pretender que se enteraban lo cual es mucho más fácil. (…) Tiene el lenguaje de Aleixandre, además de un vigor singular, una también espontaneidad, siendo difícil pensar al leerle que el lenguaje con que nos habla sea el mismo, filtrado por siglos, de tantos poetas anteriores. El arcaísmo preciosista de Lorca, consciente o inconsciente, no aparece aquí, ni las reminiscencias de nuestro verso clásico, nada raras en los poetas de esta generación. Su lenguaje parece brotar, instintivo y casi a tientas, creando una tradición más que continuándola.// Una paradoja, que espero se tome como tal, ilustraría por reducción al absurdo lo que quiero decir : a veces me parece Aleixandre, más que un contemporáneo nuestro, un contemporáneo de poetas lejanos de nosotros y cercanos a los orígenes literarios de nuestra lengua. Advierto una vez más que sólo es al lenguaje de Aleixandre a lo que ahora aludo”. Nos dice al final de este texto Luis Cernuda : “Imaginamos a veces que en nuestra existencia hay hechos cuyo ocurrir no es fortuito sino fatal, porque gracias a ellos nos parece que se va realizando el destino que sentimos como propio, y que ningún otro ser, excepto este íntimo y distinto a quien designamos con la palabra “yo”, puede vivirlos con entera fidelidad. (…) Al aludir a dichos hechos en consonancia íntima con nuestro destino, pienso en mi amistad con Vicente Aleixandre. No me dejo llevar, al escribir eso, de cierta idealización espontánea, frecuente en la mente española, y de la cual acostumbré temprano a apartarme. Escribo, al contrario, con reflexión larga, tras no pocos años de trato y compañía y bastantes otros de recuerdo y añoranza”. Así leo yo también a Cernuda en estos textos críticos, lo he comentado, tras años de convivir con ellos y que me hayan acompañado y haberlos descubierto muy joven. Quiero leer otros textos de ese principio, de esa época auroral y fundadora, como la llamé muy joven, que fue el 27 –“Soledades de España. Con el Museo del Prado”, “Los que se incorporan”, “Poética”, “Unas palabras sobre la poesía española actual”, “Líneas sobre los poetas y para los poetas en los días actuales”, “Poetas en la España leal”-, y también el de sus recuerdos de Federico García Lorca, que he tenido siempre presente, como el de Aleixandre, y así espero hacerlo. Pero quiero ya escribir unas palabras, y decir algo. En “Historial de un libro” Luis Cernuda nos dice que Inglaterra y su civilización del norte lo completó como el europeo del sur que era, y algo parecido nos dice de América en Variaciones sobre tema mexicano y lo quise destacar, que siente que ese algo distinto que gracias a ella y en ella se nos suma a lo que es nuestro completa su existencia. Pienso que los escritos testimoniales y críticos de Cernuda completan su poesía y van parejos a ella en calidad y en hondura, en significación. Participan de la intensidad de su lirismo y de su lucidez. Y es por ello que siento que leerlos, como he estado haciendo, y aunque no sea leer los poemas del poeta -a los que también habré de volver- es estar en Luis Cernuda, en su centro mismo.

 

Barcelona, 1 de marzo de 2023

 

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