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Contar y hacer un cuento o relatame lo qué pasa
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 Article publié le 14 avril 2019.

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1-Hay algo a contar, algo que decir que conlleva un motivo, un hecho, una historia que está saliendo, que se impone y hay que darle espacio para escenificarse, desarrollarse, esa es la piola del comienzo de eso que viene a la mente y se va sabiendo mientras se lo cuenta o narra. A veces se tiene ideas, bocetos, pero es clave la que agarras con fuerza y credibilidad, y con toda la entereza de que eso es lo que quieres presentar y plasmar en tu página en blanco. Así estas dando ya el inicio, enlace, en el que el que nos preguntamos quién es el personaje, qué hace, cómo era.

Es así como en todo cuento clásico se empieza con : HABÍA UNA VEZ, luego se van dando variaciones, tales como, ESTO SUCEDIÓ, CIERTO DÍA, TODO EMPEZÓ ASÍ, EN UN LUGAR, o como tú te sientas más cómodo en contar... (apunta al personaje).

2- Luego tenemos el nudo, que es el momento del conflicto, del drama, del momento excitante, de la confrontación de un problema que crea un suspenso, un momento de emociones desencontradas, de qué está sucediendo y del que irá a pasar después, aquí no preguntamos qué pasa, cuándo y dónde sucede, por qué.  En el cuento clásico diría : entonces sucedió que (apuntarás al momento excitante o incitador o detonante obvio o camuflado o como te domine el narrador sin francotirador)

3- Viene el desenlace que involucra una consecuencia o debido a eso o quién sabe qué mismo.  Allí, el otro que destraba la lectura capturará o hará rehén al texto hasta pedir la recompensa al punto final de la trama la rama…

4. Y casi por último el fin que implica un resultado final de que hay que concluir. Cómo lo sabes. Como te sueltas del contador, del desenlace, del escritor, del consumidor de tiempo y espacio. Despacio. Tocas el punto antes que te trague o boicotee el final por mañas de dudas o dártelas de bizarro creador.

5. Recuerda : para hacer un cuento tienes que visualizarte, trabajar con el ser sin tu yo castrador de la obra que se engendra por si misma, alumbrar el parto con el desmadre del vacío, parir al hijo prodigo del cuento, recibirlo y ayudarlo a crecer y descubra la guía torcida del lenguaje, y sea su propio partero o partera del conflicto, intriga sin horca.

Que el delito del culpable autor bifurque la pista hasta en lo simple sin maniatar la documentación que se revela como un delator a veces de horror, del infaltable fantasma o del perverso dactilar sin cueva uterina en el inframundo del sobreviviente en la superficie de la bola no de cristal sino de la cabezota de un lector. 

El autor no sabe qué hará con tu “casi obra maestra” por eso de que educa, o desamolda la historia. Los críticos son otras cosas, algunos son guillotinadores, otros vendedores de espejos, algunitos se ponen al pie del texto sin la mira o dirigiendo el cañón al escritor. Te salvas por rato. Has escuchado del milenio. Eso devora. Y cronos está desdentado. Y gea secuestrada en el ojo del superyó.

Y de los pocos que te toman dizque en serio te estudian con microscopio por si es una infectología de ideas fuera del circuito. Y los que te dicen “la poesía trunca de…” o que has escrito retazos de colchas, versículos, cualquier cosa es ese desgaste de palabras y menos poesía. 

 O los que te aconsejan escribe para ser “entendida”, y ganes dinero. No ves que la poesía te mata de hambre, no da nada, no es negocio, no produce. Cámbiate de oficio, sino te quedas fuera de todo. 

Y qué mismo será estar entre todos.

Que no te empache el círculo vicioso del triunfo o de la derrota del crimen a tu huella. Se exigente. Date rendición de cuenta que la redacción tenga drama, armonía y ruptura y secuencia en falta y falla a rearmar con insensatos pensamientos o secuencia inconsecuente y con el mensajero trifulca del conflicto atroz sin facilitador en suspenso que vas a dejar entre dos puntos de ojos, orejas, o dos sin uno al alcance en el escrito.

Es importante la colocación de signos de puntuación. Eso te exigen como una matemática catastral en los linderos de la ortografía en falta, en falla, en página contrapeso del taladro sin broca. El agujero del vacío respira con pira e ira. Pasión sin piedad. Cataplum. 

No olvides al espíritu extraviado del soplo en pena del escritor a la deriva de la hoja. Deja que la alimaña o la planta carnívora del personaje extermine o ponga al descubierto al perseguidor o las mismas “babas del diablo”.

 

No tengas complejo de quedar beatificado en la estratosfera con eso de primero en llegar con la jeta o la quijada o la caja de dientes a morder a la muerte desnuda, tan hermosa y culpable del calvario de la existencia sin punto aparte. 

No olvides los últimos también llegan al banquete de las pulsiones. 

Escuché a un niño decir hay algunos que juegan con la vida haciéndose la muerta…

Contar es una pista que despista como un extranjero del cuerpo desamparado en el refugio del corazón y de la carpa de una noche cualquiera en el papel carbón del silencio del autor o inquilino del traje.

Ejercita la curiosidad y pega y despega escenas hasta amoldar una posible sin tanto rodeo de cantaletas que no dicen nada. Aguántate hasta que sin darte cuenta te doblega algo que quiere contarse. 

Corte. Corta. Aporta. Haz ejercicios.

2000

 

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