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Cuentos (ejercicios)
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 Article publié le 7 avril 2019.

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1

BARBUDO

Había una vez un hombre barbudo que vivía encima de un árbol, tenía una barba que era tan pero tan larga que al caminar se enredaba en ella. Como era de no sorprenderse ni de hacer que no se esperaba lo que ya nos imaginábamos sucedió que se resbaló, golpeó, y se estaba ahogando con sus propias barbadas. 

Como siempre no falta alguien que esté por ahí fisgoneando desde algún lado. Sucedió como si nada una aparición de pronto. Desde la ventana de una casa había una niña que se dijo para sí -este hombre necesita ayuda-. Rápido se fue a su cuarto, rebuscó en el costurero de su mamá, con tijeras en manos salió corriendo hacia donde estaba tumbado Barberín, así se nombraba con orgullo. 

La pequeña, sin preguntárselo dos veces fue corta que corta hasta toparse nariz con nariz con el hombre que tenía los ojos desorbitados como bolas de fuego. Ni se había dado cuenta que este desconocido bufaba como animal a punto de atacar, dio un solo resoplido, sin dar tiempo da un manotazo que de un sopetón agarró la manito a la niña, y le gritó - ¿qué has hecho ?-. Ella sin atinar a decir, le balbuceó, - ¿si te he salvado la vida, por qué estás así ? - A lo que él gruñó -no te he pedido absolutamente nada que nada, ahora verás lo que voy hacer contigo- 

La niña, que era rápida para pensar y no tenía miedo, le dijo, -yo te puedo poner de vueltas tus barbas, si es por eso que estás tan bravucón y amenazante-, a lo que él, le dijo, -te doy una hora para que resuelvas lo que has destruido-. 

La chiquilina regresó a su casa, cogió toda la goma que pudo y se fue a pegar los pedazos regados en la tierra. Mientras avanzaba en la compostura, algo extraño sucede en él, que le va haciendo cambiar las expresiones de su rostro. 

Indagando en su cabeza calva podemos apreciar que cada fragmento de pelos pegados dejaba asomar la vida que se había ido. Este mirarse así, lo hace sollozar como niño desolado, a lo que Flor, así se llama la intrépida, una vez devuelta la compostura de ese pelambre, y como que no, pregunta media ablandada, - ¿Qué pasa ? ¿No te entiendo, te duele algo por la caída ? -. 

Él la mira, calla, deja que termine el remate en la punta del bigote, le agradece, y le pide que se aleje, que no averigüe más. Ambos de espaldas al incidente, caminan sus rumbos, ella, no sabiendo si hizo bien o mal, pero con la certeza que le dio SOS. 

Y él descubrió que por dedicarse a huir de la rutina y dejarse nacer y crecer las barbas hasta más allá de los pies del ciempiés y traspiés, había quedado atrapado en su propia quijada. 

Había olvidado quién era. Su memoria estaba casi perdida, si no hubiera sido por esa pequeña metiche no hubiese encontrado el camino de donde partió. Empezó a despejar la bruma del tiempo.

Recordó que tuvo un hogar mientras enrollaba tanto pelo gris, se acordó que tenía un baúl enterrado debajo del árbol donde habitaba hace tantos años. Lo buscó un buen rato, hasta que lo halló, excavó lentamente con sus uñas, lo desenterró, lo abrió, se encontró con una foto, ropas desgastadas, también había un espejo, se miró y se comparó con la imagen, eran los mismos pero dos desconocidos, que no sabían nada del otro.

Sin más se encaminó al río, se metió en él, se despegaron los fragmentos, se tocó el mentón y sonrió. Se quedó con un rostro tal cual en ese momento pudo verlo en el agua, sintió que debía volver hacia algún lugar. 

Estaba cansado, nadó como desperezándose, salió con el cuerpo alicaído y arrastrando los pies, se acostó cerca de la orilla, se durmió y soñó que su infancia se acercaba montada en un caballito de palo mientras la noche caía a su alrededor como abrazo llevándoselo.

2000

 

2

SENTIDO DE LA MUERTE

La madre regresa de la oficina, entra al dormitorio a cambiarse de ropa, mira sobre el velador, encuentra la estampa de Dios hecha pedazos, frunce el ceño, no entiende, indaga, nadie le puede responder sobre el hecho, se queda desconcertada, camina lentamente al cuarto de su pequeño que apenas tiene tres años, lo ve tan hermoso, pelirrojo, ojos verdes, tan lleno de pecas, entretenido en un juego. 

Se acerca, lo besa, lo apretuja, lo atrapa, él consiente con su mirada, ella tiene el sonrojo de la pasión que le transmite su ángel inocente. Le cuenta que ha encontrado la imagen de Dios rota, el chiquitín la ve intensamente, directo a los ojos, le dice, con la expresión más ingenua y candorosa, -lo hice yo, porque es malo, no te quiere, ¿no te acuerdas ? -. Queda desconcertada, mueve negativamente la cabeza, sigue su explicación, -tú me contaste que cuando mueras te va a llevar al cielo, no quiero eso mamita linda, te quiero aquí-.

La encierra entre sus brazos, sus manitas acarician los párpados que caen bajo los ojos celestes de la mujer que se rinde ante sus palabras.

Sola en su cuarto, despacio pega los pedazos y guarda el remiendo entre sus escritos. Se echa perezosamente en la cama, piensa, ¿quién sabe en qué ?
2004

 

3

FUGAZ

Mi prójimo juega para exponerme al golpe. El adversario me apunta, me enfrento, caigo. Comprueba que estoy muerto, abro un ojo, me dice muérete de verdad, dejo de moverme, pego las pestañas, pasan inútiles segundos de pura realidad, mi compañero de juego se pone a llorar, me grita, el cuerpo está inmóvil, me zamarrea, me dice, te dije que te mueras, pero no tanto. 

Sigo en total inercia, desespera, sale corriendo, se oyen pasos apresurados. Las dos madres están sin entender, estoy aplastado al vacío, no hago absolutamente nada. 

Llora sin acierto, mi amigo, aúlla entre cortado, lo he matado de verdad. Cómo, no entendiendo, sin ver rastro de sangre, ellas comentan, aquí hay algo raro, cada una se apresura para acercarse a sus respectivos muchachos. Mi madre me toca el pulso, está pegada al silencio, sabe de mis tretas, espera pacientemente, dejo expirar la tramoya.

El acostado en el suelo hace un gesto de semi sonrisa, un guiño a su madre, y se levanta de un salto, y todo actuante dice, ahora si te asusté, te gané. Ya no lloroso el casi asesino sale corriendo atrás de su pana el casi muerto. Esa es la infancia, juego, diversión y placer de sustos sin otra intención. 


Las mujeres miran, se alzan de hombros, mueven la cabeza y regresan a lo que estaban haciendo.

Las vidillas parecen ondas de viento envueltas en jugarretas.
2009

 

4

BORRADOR

El delfín que comía los miedos dejó una emoción inexpresable a la infanta que recuerda un sueño en el trozo de la voz que chapotea en el fantasma que se desvanece.
La niebla se extingue para dejar ver el rostro nítido de la pequeña que dibuja en la bruma de un corazón partido.
Con su borrador desaparece los bordes del hastío. La luna le recuerda no borre la felicidad. Ella le contesta, soy mi propio borrador.
Colecciono borras para que no se gaste antes de tiempo el borrón de la vida que nunca se pasa a limpio.
Solo limpio lo que no es mío.
Se miran y dejan un guiño en la sombra de un yo que se envuelve en la piola del trompo que tropieza con el tiempo.
A jugar se ha dicho sin trompones tun tun tun.
Pon tú el siguiente juego.
2010

 

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