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Santiago Montobbio : "En la tierra del poema" (Introducción a su poesía) - Anabel Sáiz Ripoll
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 Article publié le 17 mars 2019.

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SANTIAGO MONTOBBIO : “EN LA TIERRA DEL POEMA”

(Introducción a su poesía)

Anabel Sáiz Ripoll, Doctora en Filología. Catedrática de Lengua y literatura

“Este verso no necesita nada más”

(La antigua luz de la poesía)

 

“DAME LA MANO AL FINAL DEL ALMA”

 

Santiago Montobbio (Barcelona, 1966), tras iniciar una prometedora carrera en el mundo de la poesía, calló su voz y la guardó muy adentro. Pasaron 20 años hasta que, en marzo de 2009, hace ahora 10 años, comenzó a escribir algún poema. Poco a poco, los poemas se le fueron agolpando. Justo en uno de los poemas del primer poemario, La poesía es un fondo de agua marina, el poeta se extraña y sorprende también y manifiesta : “La poesía ha vuelto en medio de la vida / y es su cifra, su respiración, su pulso y su medida”. Para nuestro poeta escribir es una necesidad o un “saqueo”, en sus palabras : “el saqueo de uno mismo”. Desde entonces, son varios los libros que su fértil pluma nos ha ofrecido.

Santiago Montobbio, cuando siente que debe escribir lo hace sin perder tiempo. No es un poeta que se aísle, que viva en su torre de marfil, sino que es alguien que habita en su mundo, que observa, que percibe y siente. ¿Por qué en 2009 tuvo la necesidad de volver a escribir ? Tal vez porque habían pasado ya los años de la primera juventud y el autor, instalado en su madurez, vio que atrás habían quedado las quimeras de los años convulsos, las angustias sin fondo, las palabras de doble filo, los miedos sin más y los egoísmos de la mocedad. Vio que no necesitaba ya nada, ni fama ni gloria, solo escribir y manifestar, para él y para los que quisieran leerlo, aquello que le mueve y conmueve, aquello que le hace ser hombre y no perder la cordura en un mundo cambiante y muy contradictorio. Quizá por eso, en marzo de 2009, Santiago Montobbio comenzó a escribir, pero no un poemario, sino miles de poemas ; engendrados desde sus vísceras.

A Santiago no le preocupa dónde escribir, sino el hacerlo sin dilación. Necesita no poner dique de contención a sus palabras y las deja que fluyan, en libertad. Por eso, sus poemarios son libros amplios, generosos y honestos. Tienen la sinceridad y la verdad de un hombre que se sabe de vuelta de un viaje y que, al llegar, descubre, que ese viaje continua aunque, por sitios diferentes a los que él pensaba. Y esa es la aventura en la que nos ha embarcado Santiago Montobbio y en la que se ha embarcado él mismo.

En las líneas siguientes, como si de esa misma aventura se tratase, dada la imposibilidad de lograrlo, trataremos de centrar los temas que a él le preocupan, la manera cómo se acerca al mundo y su especial forma de componer ; en suma, algunas de las claves de la poesía “montobbiana”.

Todos los libros de esta nueva etapa han sido publicados por una editorial de larga trayectoria en la poesía como es El Bardo/ Colección de Poesía, en “Los Libros de la Frontera”. Son estos títulos. Advertimos, previamente, que los cuatro primeros forman parte de una tetralogía, que compone esos más de 900 poemas, exactamente 942, que escribió en la primavera de 2009 :

-La poesía es un fondo de agua marina (2011)(1) (FAM)

-Los soles por las noches esparcidos (2013) (SE)

-Hasta el final camina el canto (2015) (CC)

-Sobre el cielo imposible (2016) (CI)

-La lucidez del alba desvelada (2017) (LAD)

-La antigua luz de la poesía (2017) (LP)

- Poesía en Roma (2018) (R).

Santiago Montobbio de Balanzó es Licenciado en Derecho y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona y profesor de la UNED. Leemos su primera publicación en la “Revista de Occidente” (1988). Un año después, publicó su primer libro, Hospital de inocentes, el cual fue muy bien recibido por escritores de la talla de Onetti, Delibes, Cela o Valente.

Montobbio parecía haber iniciado, con buen bien, su camino en la poesía, ese género esquivo que requiere amantes y no se compromete con nadie.

Su poesía, además, ha sido traducida a distintos idiomas (inglés, francés, alemán, italiano, danés, portugués, rumano, albanés y holandés). Cabe señalar algunos de estos títulos :

-En Francia se ha publicado una selección de su obra poética titulada Le théologien dissident (2008) y La poésie est un fond d’eau marine (2011).

-En Brasil Onde treme o nome/Donde tirita el nombre (2010) y A arte poética de Santiago Montobbio (Análise e Traduçao) (2017).

-En los Países Bajos Vanuit mijn donkere raam/Desde mi ventana oscura (2016).

Para nuestro poeta, además, la poesía no es un ejercicio formal de virtuosismo en el que uno debe estar pendiente de la forma, de las sílabas, de que las palabras cuadren, de que todo parezca obra de un orfebre, no, para él la poesía es vida y, como tal, brota y se encarna en la palabra, a veces metafórica, por supuesto, pero otras cercana a la prosa, humilde, cotidiana y, por eso mismo, espléndida y genial. Es, por decirlo así, como si en campo de tréboles, todos iguales, de repente surge uno que, sin dejar de ser trébol, presenta otras características, ya sea que tenga tres hojas o unas motas de otro color. Más bien es la obra de un alquimista.

La obra de Montobbio se caracteriza, pues, por su abundancia, que puede asustar al principio puesto que sus poemarios no son, precisamente breves, sino amplios y nutridos y por ser como un torrente de palabras que va como desbordado luchando contra corriente, luchando contra la desmemoria y el paso del tiempo. La poesía de Montobbio es larga y generosa, sus versos se ajustan a su sentir, no a las convenciones métricas, de ahí que sean versos de larga cadencia, de arte mayor, versículos, que, a menudo, se relacionen con la prosa por su disposición formal. Otra característica es que el numera los poemas y los deja, uno detrás del otro, dándonos detalles de cuando fueron escritos, por qué y en qué soporte. Como bien nos dice, todo es poema y todo forma parte de él.

En el prólogo a La poesía es un fondo de agua marina (2011), él mismo comenta el problema que supone organizar tal avalancha de poemas. “Una vez ya escritos, quedaba el problema o asunto de organizarlos. Los leía alguna vez, los respiraba, los vivía”. Al final, optó, como ha hecho en sus siguientes poemarios, por dejarlos según su orden de escritura, aunque también haya que explicar la numeración de los mismos, ya que se relaciona con el día y el mes en el que fueron escritos. Más de 400 poemas forman este primer libro que destapó de nuevo la creación de Montobbio. Entre marzo y abril de 2009, Montobbio se vio acuciado por la necesidad de escribir y vaciarse por dentro, de ahí que sus poemas salgan con la fecha precisa en que fueron escritos, lo cual no siempre es del agrado de editores y quizá de lectores, aunque a nosotros nos ayuda mucho a entender esa especie de borrachera poética en la que está, por suerte para nosotros, instalado el poeta.

Una de sus características es, precisamente, que, en sus libros, trata de centrar al lector y explicarle el contexto y el origen de los poemas que lo forman ; así nos ofrece un testimonio interesante y emocionante a la vez del proceso de su propia creación.

 

“LA MÚSICA DE LAS PALABRAS”

 

La poesía de Montobbio refleja su sentir y su devenir cotidiano, para él es posible unir trascendencia con cotidianeidad y formar un todo único e indivisible. En sus poemas desfilan sus afectos, las evocaciones familiares, la vida y su fluir, el concepto del arte, el destino del poeta y sus palabras, la noche y los sueños, la música, los espacios amplios y los espacios secretos e íntimos, las raíces mediterráneas, las sombras y el destino, el amor y la soledad.

 Es la poesía de Montobbio una poesía continua, un discurso sin fisura que va del yo al tú y al nosotros y vuelta a empezar. No hay doblez en sus versos, no hay pretensión de orfebre, no hay fuegos artificiales, hay evocación y, fundamentalmente, respeto por el hombre y sus carencias, por el ser humano y sus miedos y limitaciones.

Es una poesía profundamente humana la del poeta. A Montobbio, sin duda, le preocupa el paso del tiempo y tiende a la evocación de una vida pasada, de la infancia, de la juventud, sobre todo de su padre, su abuela y su madre quien, por suerte, le acompaña en esta nueva etapa poética.

Si Montobbio evoca ese paso del tiempo, con cierto toque melancólico y, a veces, decadentista, no lo hace de una manera formal, sino desde un sentimiento que le une a lo que no fue, a su verdad que sigue siendo. Así leemos en La poesía es un fondo de agua marina : “Miro así el cielo de los días idos y quiero / tener todavía algún calor, de algún modo seguir, / no dispersarme en ese olvido, ser pobre y sencillo / pero también limpio y así aún guardar la pequeña / verdad que hay en mí mismo”.

No vale la pena tratar de creerse más allá del tiempo, inmortal e invulnerable, mejor saber la verdad : “Porque somos noche, / somos soledad, somos olvido. Al final/ el tiempo es siempre ido.” (SE)

La noche, el devenir, las sombras, los miedos, todo son pasos que se hacen con el tiempo soplándote en la nuca : ““No vuelven las sombras. Con los días y los poemas/se van y vienen otras./Son también sombras/pero otras. La música de las palabras/las retrata, y se suceden como un río/cuya agua es una soledad en la que canta” (CC).

Montobbio intenta apresar qué es la poesía y qué es al arte y se dedica a ello con denuedo y trabajo constante, como veremos a continuación. Tampoco le son indiferentes la presencia de Dios, de la cultura mediterránea, como acabamos de decir, de la sociedad que pasa por delante, de las pequeñas cosas y gestos que conlleva vivir.

El espacio asimismo es importante en su poesía. Acude a Barcelona, que es donde vive y la muestra protagonista de más de un poema, pero también nos habla de otros lugares por los que pasea y escribe, como Roma.

Montobbio es un transeúnte de la vida, del asfalto y, a su lado, como no podía ser de otra manera, están las ciudades que lo han vivido y que él ha vivido y habitado, sobre todo Barcelona y Roma, aunque también puede hablarnos de Albania o Venecia o Ampurias o la zona del Ampurdán, por citar unos ejemplos, no le es ajeno nada al poeta. Se siente parte con la ciudad que respira y aparece personificada : “Sobre esta ciudad transito, vivo y muero. / En esta ciudad quiero olvidarme y esconderme, / filtrarme por la rendija de una sombra / que se proyecte sobre una casa modesta / de su casco antiguo. A veces quisiera no tener/ nombre”. (FAM) Aunque, en cuestión de nacionalidades, él lo tiene claro : “La patria del aire y la mañana” (CC).

En Poesía en Roma es esta ciudad la omnipresente, sus plazas, sus calles, su historia, su memoria y su olvido. En los poemas se refiere a una buena amiga, Carmelita, muy presente en sus versos que es la persona que lo presentó en Roma y con quien comparte gustos y aficiones, mas, por regla general, los poemas de Montobbio se escriben en soledad, se gestan a través de su mirada y de su sensibilidad. Así lo vemos paseando por Roma, parándose en plazas y en iglesias, observando más allá de las apariencias y estableciendo paralelismos con su vida. Los ángeles, por ejemplo, en los primeros poemas se nos muestran a menudo, pero no como esos seres melifluos que a veces contemplamos en las pinturas, si no, como unas criaturas destartaladas, aunque siempre presentes, acaso como esas iglesias añejas o esas plazas escondidas en donde los turistas apenas se detienen ya que, si lo hacen, son incapaces de ver nada.

El padre del poeta, muy vinculado a Roma, le sale muchas veces a su paso, y su tía y su propia madre, a la que tiene presente en cuanto ve algo que cree que debe contarle cuando regrese porque el poeta siempre regresa, siempre sabe que volverá y, por eso, atesora esos momentos tan delicados que son sus poemas. Son dos los paisajes, por así decirlo, que cultiva el poeta, el espacial y el personal y familiar, siempre muy relacionados.

La poesía de Montobbio, por otro lado, no es una poesía religiosa, sino laica, del hombre y para el hombre, aunque eso no quiere decir que aluda a Dios, apele a él o constate algún sentimiento relacionado con la divinidad y con la desesperanza y la orfandad en la está instalado el ser humano : “Oraciones muertas brotan de la tierra./ Hay quien espera un alba nueva / pero el hombre está sepultado en el lodo. / Dios se ha roto”. (SE)

No niega la presencia de la divinidad el poeta, más bien trata de encontrar el camino que le lleve a su encuentro : ”…a veces/para nosotros Dios está perdido…” (CC)

En otro momento, ya creyente al fin, leemos : “Dios me da, Dios me quita./ Las palabras, los sueños, las sonrisas,/ Dios es lo que el alma se figura./ La vida es triste, dura. A veces/ es una jaula y en su soledad terrible/ tú eres la presa” (SE).

La infancia es otro de los puertos del poeta. Sin ir más lejos, es ese lugar al que no se puede volver nunca y al que se está volviendo constantemente, porque la memoria nos la trae nítida y precisa : “Por la infancia que aún se encuentra / como pan caliente en algún recodo / de la memoria amable y sucedida”. (FAM)

El poeta habla de pérdida, pero también de búsquedas y de encuentros : “Perdimos la infancia en una fuente, / pero esta fuente la conserva, en su agua, / oculta aún corre y mana y a veces / nos llega, nos sostiene” (FAM)

El paso del tiempo, el recuerdo y la infancia van de la mano : “(…) Qué / no habré olvidado o perdido, / qué infancia no habré con el tiempo empeñado,/ a cambio de nada.” (FAM)

La escritura y el proceso de escribir son motivos recurrentes del poema. Montobbio reflexiona a menudo no solo sobre el cómo y el porqué sino sobre el cuándo y el dónde. Nos habla de su afición a escribir en cualquier sitio, en bares, en bancos, en la calle y de la necesidad de llevar siempre un cuaderno al lado que se convierte, a menudo, en protagonista de sus versos. Así leemos, por ejemplo, en Sobre el cielo imposible :““Todos estos versos rápidos/ y que casi no dicen nada/ escritos sin pensar y en/ un momento, en una pequeña/ libreta, en la playa./ Suelto el verso y traza/ libre y espontáneo su camino”.

Podríamos decir, exactamente, que su poesía es eso, un Ars Vivendi, ni más ni menos ; una poesía que abraza, que seduce por su limpieza y su coraje, una poesía que no se esconde ni te tiende zancadillas, sino que te abraza y te sitúa frente a ti mismo. Así es su poesía : “ESCRIBIR. ESCRIBIR DE NUEVO. Y ESCRIBIR / contento, con la vida entre los dedos. / Pensar en verso, en líneas cortas sentir / y pulsa el tiempo, encerrarlo/ en su fogonazo intenso. Vuelvo a escribir/ y a vivir he de volver también por ello”.

 

DEL ARTE NO SE PUEDE HABLAR”

 

Una presencia recurrente para el poeta es el concepto del arte, la importancia, su misión, incluso. ¿Qué es el arte para Montobbio ? Vamos a tratar de ilustrarlo con sus versos. En La poesía es un fondo de agua marina no es infrecuente la reflexión y el debate en torno a esa cuestión, así ya en el primer verso, y hablando con su hermana, expone : “Del arte no se puede hablar, porque nace desde / muy adentro, del agua última que nos alienta/ y nos conforma/ de manera secreta y modo único :/así nace y nos sostiene, nos hacer arte/ a nosotros también/ a través del tiempo y de su música,/ medio y flecha de arte, arte solo/ y espíritu en él trascendido”.

Más adelante, en otro poema, añade. “El arte es un misterio”. Y no solamente es eso, sino que : “El arte es lluvia y agua y nube / y sol que alienta de modo impredecible / y su camino siempre es misterioso / y tiene recodos escondidos / y estanques de silencio / y repechos y estampidas / de fieras que en él dormían. (…) / El arte es la libertad más pura / que en el aire se respira. El arte / es latido y es espera. El arte / nos salva y nos restituye. Con esta verdad / termino” (FAM)

Y no solo es, sino que el arte entronca con la entraña misma de la vida : “El arte es sendero y es espejo. El arte / se llena de vida, la concentra, la destila, la vacía. / El arte es sendero y es espejo. El arte es tener / por un momento entre las manos el destino” (FAM)

Sea como sea, y es una manifestación de principios la que vamos a leer : “….También espero / que se me deje ser yo mismo sin acusaciones / ni comentarios ni cinismos. Porque el arte / debe respetarse en todo caso. El arte / es siempre sagrado” (SE)

Montobbio no deja de tratar de definir, casi con obsesiva precisión, qué es arte en todos sus poemarios, en un soliloquio eterno, y lo entronca con lo más hondo del ser humano, son su origen y su destino : “El arte es este niño antiguo,/ que en el juego de sus ritmos / encierra para el mundo otro sentido./ Le da cuerpo entre los sueños,/ y al final de la soledad descubre que como la verdad es siempre huérfano./ El tiempo pasa y se cumple. El arte / ha dicho. Canta otra vez / como luz entre lo oscuro. / En el temblor del poeta yo perduro”.(CI)

 

“EL POEMA ES TESTIMONIO”

 

El objetivo del poeta, sin duda, es componer poemas, pero ¿qué es un poema y qué no lo es ? En ese concepto, amplio, hay matices y reflexiones que el poeta no duda en hacerse. Por ejemplo, incluye en algunos de sus poemarios fragmentos en prosa que, sin dejar de ser prosa, entroncan, por sus connotaciones con la poesía.

A la hora de definir qué es un poema, si acudimos a las definiciones de manual, lo tenemos claro y fácil, pero si seguimos a poetas como a Montobbio, se nos va a complicar un poco el esquema porque no va a ser fácil definir qué es un poema. Así, en La poesía es un fondo de agua marina, en el poema 24, leemos : “El poema es erosión y pérdida. / El poema es testimonio. El poema es testamento. / El poema es de todos y es de nadie. El poema es / siempre tuyo. / El poema es corazón lleno de heridas muy / abiertas. / El poema es el retrato oscuro del olvido. / El poema es lodo. El poema es todo. El poema / es lirio y río. El poema es aire libre. El poema / es un niño y un respiro. El poema tiembla/ como araña que la soledad desteje. El poema es alba / y es río (ya lo he dicho) y es latido…”

El poeta se da a sí mismo en sus poemas, en una clara manifestación de honestidad y transparencia ; de ahí que : “En los poemas me congrego y cifro / desde el último fondo de mí mismo. / En ellos vivir es siempre abismo” (FAM)

Un poema también se percibe como algo imposible de conseguir por mucho que se persiga ; quizá por eso Montobbio tiene la urgencia de escribir, para tratar de aprisionar la esencia del verdadero poema en una carrera contra el tiempo y la vida, contra la muerte y el destino : “El poema es un misterio. Nunca lo alcanzo / ni descifro completo. Pero a la vez / en él entero me soy, me vuelvo. / Soy un misterio en el poema / o el poema es un misterio…” (FAM)

Al fin y al cabo, “Los poemas son el modo de bordear su precipicio” (FAM).

Por si acaso se le echa en cara esa manera de escribir, a borbotones, sin dique, fluida, Montobbio nos responde : “Los poemas salen por parejas o en cascada / o como matorrales o rastrojos que en el monte al andar/ aparecieran/ y se forman también como las nubes se suceden,/ siempre distintas y a la vez siempre las mismas,/ de una misma agua conformadas, de un mismo/ corazón nacidas/ y así los poemas se entrelazan y encadenan…” (SE)

No nos extraña que sus poemas surjan en torrentera porque, al fin y al cabo : “Me pongo entero en el poema./ A él me doy, con absoluta entrega./ A mi arte una honestidad profunda y radical / lo sustenta.” (SE)

El poema es consustancial al poeta porque “En él soy y en él/ de mí me olvido, o en él me encuentro,/ me cifro, y de nuevo soy manantial/ y aquel yo antiguo que en él bebía” (SE).

Para Montobbio, el poema es también esa especie de conexión filosófica con nuestro origen, con nuestro devenir de criaturas pequeñas y atormentadas : “Los poemas avanzan en la noche, se adentran/ en el reino de las sombras y tampoco/ ninguna noticia llevan, sólo esa noche/ y esa sombra auscultan, y a través de ellas toman /el pulso secreto de la vida”.

El poema es una realidad que se debe abonar para que crezca : “En la tierra del poema/ el tiempo y la verdad se encuentran, / aunque no sabemos cuál será/ la forma en que florezcan./ Ya la vida ha sucedido, y su simiente / tiene ya en su entraña. El poema/ en su tierra ha de acogerla, y entregarla / tras el alba que lo gesta”. (CI)

La idea de relacionar el poema con la tierra no es infrecuente en el poeta. Así, volvemos a leer : “En la tierra del poema / el tiempo y la verdad se encuentran / aunque no sabemos cuál será / la forma en que florezcan” (CI)

¿Qué hace un poeta a principios del S. XXI ? ¿Tiene alguna importancia ? ¿Es testimonio de algo ? ¿Sirve ? ¿Es útil ? : “Por todo esto y también / por lo que olvido / tengo que vivir o que decirme, / estar en la tierra, reunir palabras…” (FAM). Se sabe con una obligación personal y esencial, que lo liga a las raíces y al tiempo.

Como él mismo asegura y asevera : “El poeta tiembla en el misterio”. El poeta, cuyo oficio es gratuito, tiene una misión sagrada, podríamos decir. Montobbio se sabe de regreso de un lugar al que fue y del que no dejo testimonio, se percibe maduro, él dice “viejo” y eso no le incomoda, al contrario, le hace escribir más y más, con urgencia podríamos decir : “Y el poeta viejo puede / volver a ser niño entre los versos, arrojarse libre y puro a sus acantilados no nombrados, / y dar cifra a las cosas, los impulsos, los latidos, / a la sangre y al alma tomar el pulso y dar medida. / Un poeta nunca es viejo si el misterio / aún habita entre sus dedos, y con él / en el corazón transita, y las calles del alma / aparecen en sus palabras como recién regadas en la madrugada. / La soledad camina sobre ellas, y una noche / que es también el alba o el arte / con que la enhebra en los poemas. / El poeta canta edades que no acaban.” (CI)

La poesía está en todas partes, de eso no tiene duda Montobbio : “La poesía inunda los pasillos, las aulas, / as calles, las alcobas. La poesía / es tan libre como un pájaro / y no se resiste a dejar de ser misterio. / (…)/ Si abandono la poesía, del hombre abdico./ Aun en el silencio en ella vivo”. (FAM)

Justo en uno de los poemas centrales de La poesía es un fondo de agua marina leemos está gran, absoluta y total declaración de la esencia de la poesía : “La poesía es un fondo de agua marina. / La poesía es también una gruta en la que sin señales/ ni linternas ni equipo yo me adentro. La poesía / es madriguera, fuente que mana, latido que puede/ seguirse / tal y como va saliendo. Ya lo he dicho pero quiero / repetirlo : / la poesía es un fondo de agua marina. En él / me adentro, navego y crezco”. (FAM)

Es tan hondo el misterio del concepto, que Montobbio vuelve a él una y otra vez. “La poesía es profecía, / es lluvia e insistencia en lo que no acaba de explicarse / y sabe cierto. Es levantar acta incluso en detalles / mínimos/ del goce de la vida, son poemas del mar y el campo, / y es el presentimiento y el anuncio de la noche última/ de silencio y soledad final, donde será olvido el mar/ -sé que ya lo he dicho-, y no habrá poesía, ni por tanto/ en ese silencio voz del hombre” (LP).

Y es que, sin duda, la poesía es esencial y necesaria para el hombre. “Bajo su hechizo / y su cobijo la poesía, aun en su tristeza, aun / cuando es hojas secas para que las barra el viento, / dice al hombre antiguo en su fuego y su principio” (LP).

 

“LA VIDA ES LA CALLE”

 

El vivir, la vida, el misterio de la existencia no puede estar ajeno a la reflexión del poeta : “Así viví / y he vivido : perplejo / entre lo oscurecido. No sé / si encierra algún sentido. (Vivir, vivir, / un extravío). Pero de ello mis poemas / han sido siempre el signo “(FAM)

Dificil de expresar qué es la vida, no hay una palabra ni un concepto que la pueda apresar porque la vida, como el poema, es todo : “La vida es la calle, el aire, el campo ancho. / Es la campana cercana de una iglesia que en él / suena”. (FAM)

Después de todo : “El hombre es una herida./ Vivir es una herida” (FAM) O tal vez : “La vida es un vaso de agua, / maravilla exacta” (FAM)

¿Qué somos, en suma, las personas ? El poeta cree poder dar una respuesta que nos conduce a nuevas preguntas : “Nosotros somos / un pequeño papel, un pequeño delirio, / un naufragio diminuto en las palabras / del corazón recién salidas y el mundo es ese sobre excesivo. “(FAM)

¿Qué es, exactamente, vivir ? De nuevo, acude el escritor a tratar de darnos pistas. En el vivir hay un continuo reto, un continuo sobresalto : “Vivir es un fruto tardío. / Vivir, cumplir un sueño, tener destino. / Vivir es siempre un precipicio. Vivir / es esto. Vivir es un desafío” (SE).

Es imposible separar el devenir temporal del devenir existencial. Para Montobbio es casi una obsesión darle la vuelta ese tiempo, en que “hurga” hasta hacerse daño, aunque, pese a todo, queda la esperanza como leemos :

“HURGO EN LAS HENDIDURAS DEL TIEMPO, EN LAS HERIDAS / con que sin cesar nos labra. Sus cicatrices se graban / en la piel del verso y son la sangre que en él canta. / Al cantar me abraza, y me revela, cual un cifrado misterio / del que sólo conocía el sentido el alba. La palabra / nunca engaña. En ella hay noche y hay mañana. / Y la vida que como lluvia vuelve, sobre la tierra / yerma, para después abandonarla. La lluvia, como / la vida, siempre pasa. Pero vuelve y canta”. (CI)

La vida es, sin duda, un viaje. Viajar hacia un lugar, hacia uno mismo ; viajar como pretexto, como huida, como forma de vida : “Viajar es siempre falso. No se viaja. / No escapa uno de sí mismo/ ni encuentra nada que no esté ya en sus adentros / ni habrá lugar en que le esperen misterios/ sino estaba ya para ellos predispuesto. / Viajar no es nada. No se viaja. / Dentro de uno mismo la vida ya se cumple / y se realiza. (…) “ (FAM)

Montobbio se sabe caminante, mas no es seguro su camino : “Yo camino al borde de un abismo” (SE)

En una poesía tan potente como la de Montobbio, no podía faltarla alusión a la muerte : “La muerte siempre llega. Es por ello / una ficción la espera. La vida acaba, / el mundo en un mirar se extingue, / es todo también ya un agua seca” (FAM).

La muerte, escondida, fluctuante, siempre está ahí : “La muerte como un mar, la muerte como/ un sol. En la muerte duerme / y se encierra el secreto de la vida.” (R). No obstante eso no le supone ningún tipo de lastre, más bien un aguijón que le impulsa a seguir escribiendo porque no hay tiempo qué perder.

En su deambular por la vida, Montobbio también se sabe solo, aunque eso no le supone una dificultad, una carencia, sino una llegada, como él mismo dice “La soledad es una patria” (FAM). Esa soledad también te hiere, te silencia, te hace sombra y olvido : “…..La soledad / es una araña que sobre el vivir se cierne. / Una araña o una fiera.” (SE). La soledad es, sin duda, la compañera de su viaje : “En las soledades me despido. / En las soledades soy olvido. / En las soledades soy labio partido. / En las soledades. En las soledades / solo vivo…” (SE)

 

“SOBRE EL AMOR MÁS AMOR LLAMA”

 

No es el amor un sentimiento ajeno al poeta. En la línea de Vicente Aleixandre, para Montobbio el amor es necesario, pero, a la vez, una fuerza devastadora que te consume : “el último amor, el amor último/ que en verdad no ha sido sino daga,/ sombra, labio mordido y ausencia/ final, sobre mis días consumida,/ raída vida que en tu amor/ queda en suspenso y me calcina” (SE)

En otro momento manifiesta : “Porque sobre el amor nada descansa./ Sobre el amor más amor llama./ Sol o arroyo de agua clara, sin ti/ sólo sombra y nada acechan” (SE)

Confía el poeta en el amor porque : “El amor no termina nunca” (SE). Como un eterno círculo : “Todo se cierra/ sobre sí mismo o se concluye, y yo/ te espero y te quiero, y vivo como nombre/ que en ese amor y en esa espera es un encuentro” (SE)

La búsqueda de la compañía, de los afectos, son claros en los versos de Montobbio, quien ofrece una coordenadas sentimentales contradictorias, porque él bien sabe que esa es la base del amor, muy en la línea de Lope de Vega : “El amor me salve, aun/ siendo terrible” (CC).

El poeta tiene miedo, se sabe vulnerable, se desespera en la noche, trata de salvarse del olvido, aunque es dura esa tarea : “La noche se aleja y es verano./ No me digas adiós. Dame la mano” (CC).

En algún momento, aunque sea cierta la persona amada, hay incerteza, hay sentimiento de orfandad, de perpetua búsqueda : “Te nombro y te recuerdo, y también/ así te pierdo. Porque en el verso/ no te encuentro. En él mi amor no tiene puerto, es sólo viento/ que en los caminos aúlla huérfano/ como un barco o como un perro/ que saben que en la oscuridad/ ya no tendrán regreso. Como/ este verso”. (CC)

Sigue el poeta, coherente, acercándose al amor : “Como tu amor. Como el mundo, o la lluvia,/ o la tristeza. Así vuelvo en cada verso, y soy ejército de adioses o de besos/ escondidos en la noche, en tu cuerpo/ al que en el sueño regreso, como un viento/ o como un barco, un recuerdo en el que/ libre aún navego, y lleno/ de estrellas su desierto. Dame la mano,/ y el alma, y un abrazo. Dame estío/ cuando canta el frío, y te prometo/ ser puerto y andén y camino/ donde jamás tengas olvido” (SE)

Como en el final de un largo viaje : “LEJOS DIVISO TU CUERPO, AL FINAL / de los sueños, como un viento / cuyo canto no me abraza. / La noche lo refresca como agua / caída sobre el alma, sombra / clara en la mañana, adiós / que cruje bajo la pisada / más íntima del día. Te / pienso, te siento, te espero./ Y te encuentro sólo como viento.” (CI)

 En La lucidez del alba desvelada es el amor el protagonista del poemario. La lucidez del alba desvelada es un libro río, un libro torrente que fluye en alocada -y viva- carrera hacia el mar, hacia el poso y la reflexión, hacia, como leemos en el título, la lucidez del alba desvelada.

Imaginamos al poeta, sin sueño, abocado a una desazón personal, a una inquietud que tiene un origen humano, un origen eterno, y que no es otra que el amor, pero no el amor pensado o anhelado, el amor trágico y desolado, no, más bien es el amor que se aguarda, que se echa de menos, que se sabe de uno, pero acerca del que se tienen dudas porque nunca podemos estar seguros de nada en este peripecia sentimental en la que caen todas las convenciones y habla nada más el alma. Imaginamos, pues, al poeta, maduro y sereno, desvelado, en un amanecer ; un amanecer fecundo puesto que le da pie para ponerse a escribir poemas y más poemas, breves, en prosa, amplios, desolados, esperanzados, cargados de miedo, de lucha, de reposo, respetuosos, evocadores ; poemas amplios y generosos como es la palabra del poeta. Y en este devenir que nos lleva del amanecer al día, Montobbio escribe y traza palabras y las encadena y las deja libres, y las invoca y las rechaza y las quiere y las maltrata porque así es el sentimiento del amor que aguarda, del amor que no es, pero sí es, que no llega, pero quizá llegue, que no está, pero que sí está. Escribe el poeta en el poema que abre el texto los siguientes versos : "Amor que empieza, que canta, que anda. / Amor como el sueño sobre una playa".

Parece que, al principio de este largo amanecer, el poeta se sintiera optimista :
"En el temblor, en el dolor, en la luz / alta de esperanza y de mañana, / música que es solo ya cifra del alma". (LAD). Es como si el poeta, gracias a este amor, rejuveneciera : "Vivir en el amor / esplende. / A este puerto llegue, y tú / me esperes".
En otro momento escribe : "Sobre mi vida tú amanezcas, / luz o flor nacida para mi amor / y entre mis dedos, tras tanta espera".
Vive el amor como puerto, como llegada y como descanso, como mañana y como aire ; pero también como espera confundida o como sueño y así, poco a poco, en esta duermevela, el poeta se siente desfallecer, se confunde y no distingue el sueño de la realidad : "Eres solo un sueño, o este / temblor en que canto y / me estremezco. Adiós, beso". (LAD). Y continua, dejando atrás la esperanza : Ese amor de primavera, casi de Petrarca, se esfuma y llegan las sombras : "Te he querido, te quise, sí, en un momento / seguro y cierto. Pero te he perdido." (LAD). En esta historia que va de la esperanza al sueño, al adiós, a la duda y a la desolación, se llega, coincidiendo con el amanecer, de nuevo al asombro, a la posibilidad de que todo es verdad, de que sigue el amor y vale la pena esperar :"El amor da sus pasos, y tiene alas. / El amor me alcanza. Sea en él / contigo alma, alba, mañana". (LAD). Montobbio, en este camino de introspección, de autoconocimiento, acaba dándose cuenta de que es en él mismo donde acaso hallará la respuesta y trata de regresarse, de entenderse, de aceptarse : "He tenido que volver a ser antiguo. Que ser limpio./ Que ser otra vez niño". (LAD).

Al final de este periplo, los versos se metamorfosean en prosa y evocan momentos vividos, lugares compartidos, gustos personales, afectos, aciertos y desaciertos, evocan ternuras, nostalgias y tristezas, pero son absolutamente lúcidos porque el autor está alcanzado esta clarividencia propia de los que sienten mucho, de los que tienen mucho qué decir y mucho qué sentir...Al fin, con un regusto muy de Pedro Salinas, "te quiero siempre viva, siempre conmigo -y siempre viva". (LAD).

El amor, pese a sus contradicciones, se convierte siempre en espera y anhelo : “Esperar otra vez. Esperar el amor, / su promesa de dicha, su mañana / para la vida. Amor, ven. Hay / quien te espera. Para la vida / y de verdad vivir, y también/ para la poesía. Porque no hay arte/ sin amor. No hay poesía sin amor” (LP).

 

 

 

 

“ERES EL HOMBRE”

 

Hay muchas alusiones a los textos que le gustan, a los poetas que le han marcado, a su propia biografía poética. Montobbio no deja de homenajear sus raíces. Acude al río, no podría ser de otra manera estando en Roma, y en el Tíber, como en un eco manriqueño, encuentra también el origen de la vida y su pasar : “(…) La vida del hombre / es la noche sobre el río...” ( R)

Montobbio no olvida tampoco la metaliteratura, esto es, la explicación de su poesía : “Hay mucha cosa escrita sobre Roma. / También sobre las sombras. Esto / me digo, y escribo estas dos líneas/ que en el corazón podemos sentir como un poema”. (R)

Y esa es la clave de su poesía, no el aspecto más académico, ni más formal, como decíamos, sino el sensorial, el personal, el anímico, como podemos leer en este rotundo verso : “Esto eres, poema. Eres el hombre”. (R).

Para Montobbio la poesía es paralela al devenir del mundo, es escuchar la vida de otra manera :

“Debajo del ruido del mundo / un poeta ha de sentir como fluye, /debajo de las apariencias y las cosas, tal un río”. (R)

En definitiva, valgan estas líneas como iniciación a una de las poesías más atractivas de la actualidad en lengua española. No obstante, es el lector el que debe sumergirse en estos poemas amplios como la pluma que los ha escrito. Mucho más, sin duda, nos ofrecerá Santiago Montobbio. Y es que, como él mismo dice, “Me encamino hacia una luz que hay en el fondo” (CC).

 

 


1. En los ejemplos que intercalo empleo las siglas que figuran al lado de cada poemario.

 

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