Rodamos. Nos siguen otros moteros, cual caballeros rodantes de punta en negro, pero les hemos despistado en una curva. Queremos hacer el camino nosotros dos solos. Con lucidísima moto y hermosos como cuando íbamos a caballo a las fiestas de los pueblos conquistando zagalas. Vamos bien sentados, erectos, y hemos escrito en nuestro pene "hoy desharás un gran tuerto".
Toda la cuadrilla que nos seguía se ha ido por carreta diferente. Nosotros seguimos un sueño, como los moteros de Lady Gaga en su "Judas". Esta es la música que escuchamos, mientras rodamos. Nosotros hacemos lo propio y vamos en busca de Ladies Gaga, en hábito de embajadores, a profesar la oración santa y piadosa del culo. Mi amigo va primero con chupa y pantalón de cuero negro, hermosamente remendados con chapas y botones plateados. La chupa, a su espalda, lleva dibujado un ángel bueno, el Querubín, con muchas perlas y cintas de resplandor dando por culo a un ángel malo, el Demonio, vestido con el primor de los cabritos.
Mi chupa y pantalón también son de cuero, pero más pobre. Yo llevo a la espalda una tarja con esta letra : "por toda España" ; debajo un Globo terráqueo figurado hecho con la perfección de una puta. Llevamos la bragueta a modo de jeroglífico, puesto que la erección quiere saltar del cuerpo, pero nuestras manos no se puedan soltar del manillar, afirmando la erección en el estribo.
El parlero pene da voces, su cabeza o capullo ya está aderezado. Una mosca cojonera parece que lleva una trompeta que va tocando. Estamos muy cerca del lugar donde vamos a parar : ¡Salamanca¡ Ay, Salamanca. Recuerdo que en la sacristía de la iglesia de santo Domingo, visitándola, le toqué por primera vez el chumino a una novia zamorana, mi primer novia cuando estudiante.
Vamos a dejar nuestras motos cerca del palacio de Monterrey, y vamos a marchar a divertirnos y buscar pardalas, que dicen las buenas y malas lenguas que hay muchas estudiantas putas. Yo amo a las putas. Tanto, que llevo en mi mariconera o bolso una gran cantidad de medallas, 200, con la imagen de la diosa Puta, Diosa de los Arbustos, con las que quiero honrar y venerar a todas las que beneficiemos, como hace un medallero español, meapilas y sacristanero cristofacha, a las imágenes de vírgenes. Yo se las pienso prender, a todas las putas que podamos visitar en el día, en el clítoris bien aderezado de la rosa y contrahecha azucena vaginal escogida.
Cuando pasamos delante de mujeres jóvenes y chicas, hacemos señas para que miren a nuestra bragueta, representantes como somos del buen pecado original.
Por fin conseguimos, muy cerca de la Universidad, en un piso, que, extendidos los pardos y sonrojantes labios levantaran el cuello o pepita, la picha de las chicas, abriendo ellas dos su temerosa boca, metiendo en ellas la tortuosa cola, toda ella, con un primor que era "copla y recopla", como las chicas dijeron al sentirla dentro, "y que representábamos una universidad ridícula del Rebuzno", con nuestra insignia y vitola de papel cartón y colores. Ellas cantaron, en el acto y después del acto, cual caballeros que montan Rucios y Rocinantes : "Baldovinos el galán hoy muestra su gallardía". Y jajaja.
Nosotros pensamos que ellas eran salmantinas, aunque nos dijeron que eran de Baeza pero luego, cuando fue la oración eyaculante, terminadas la procesión y fiesta del Culo, nos dijeron que eran de Honduras, aguardando a que, terminada la mascarada del Coño, asomase el clítoris para colocarle yo la medalla de la Diosa Puta a los dos, que hice serena y apaciblemente. Y yo, cual marqués de Salamanca, malagueño él, o el chantre Aparicio, por derecho de vecindad y por la mucha afición que tengo a los coños, como un pastor o un cura, les prendí la medalla que, ahora, colgaba pareja entre los grandes y pequeños labios, sonrisa vertical que es de estudiantes en la que se corren parejos el ingeniero y el ilustre analfabeto, armados de todas armas.
Sin darnos cuenta y, antes de salir del piso, tropezamos con un relicario esmaltado, que era copia del original del siglo XII, donde ellas guardaban las píldoras del día después, como dijeron entre vaginales risas, que quedaron desparramadas sobre el suelo. Y ¡adiós¡