¡Uy ! ¿Qué hago aquí ? No es mi cama. No la tengo tan limpia. No huele. O huele a nada. Estoy tumbado en la superficie de un vacio si vacio. ¿Y quién eres tú ? ¿Mi curandero… ? ¿El de la casa con postigos verdes ? Aquí las casas no llevan postigos. Ni tejas. Puertas sí. Y un niño jugando en el umbral. Pero tú no tienes hijos. Dicen. Cura. La gente entra con la espalda dolorosa y sale con menos dinero en el bolsillo. Dicen. Dinero no tengo. Postigos tampoco. Me gusta el verde. Con resplandores amarillos. Muy bien pintado. Falta el cielo. Y el olor a ovejas. Tú andando sobre las cáscaras de mis almendras. ¡Pero esta cama no es mía ! ¿La tuya ? Tú y yo… (cantando) “No son todos curanderos…” No te quedes de pie. Tengo silla. A pesar de no estar en mi cama como suelo estar a estas horas. La noche me espanta. Hasta doler. Y duele toda la noche. Hasta que se levante el sol. Y se levanta sin mí. Yo no soy un buen desvelador por ser un malo dormilón. Cuando llega la noche, llamo a la puerta. ¡Qué paradoja ! Llamar del interior… Y nadie llama. Salvo tú. Y tus encantos. Tus tejas y tus postigos. Esta casa que no se parece a una casa de por aquí. La llevaste contigo. ¡Qué viaje tan azaroso ! Y de lejos… Tierras que se desplieguen debajo de tus pies. Hasta este lugar donde vivo por ser un ser y estar muy malo. ¡No te vas a acostarte conmigo ? La tengo muy suave. Sin heridas. De estas que te rasguñan. Y dejan huellas. Dicen que olores. No sufrí tanto. Me quede solito un día de invierno. No importa la temporada. Aquí los inviernos no traen vientos. El sol luce con la misma profundidad. ¡Quieres explorar esta profundidad ? Necesito pareja. A pesar de que la cama no sea la que uso cuando intento escaparme. No te preocupes… No me escaparé. Lo intento, pero mi mente no imagina la continuación. Por eso me quedo quieto y la aguja no deja huellas. Piel tan suave como la de un recién nacido. Este soy yo. Cojones dignos de un Miura y palabras tan encantadoras como el argumento de una puta. ¡Cúrame o te digo la verdad !