¡Que no tengo abuelos¡
Al menos, no me acuerdo de ellos
Tan sólo sé lo que otros
Me han dicho de ellos :
Que las abuelas eran unas santas
Mejores que las del presbiterio
Pero los abuelos
¡Ay abuelos¡ Ramón y Febo
Sembrasteis alazor
-cierta planta de flores color azafrán
De las que se extrae un tinte-
Y nació anapelo, acónito
-cierta planta venenosa-
Los dos fuisteis
Unos verdaderos hijos de puta :
Por mi madre, un labrador chuchero
De nunca buen apero
Tirano y depredador violento de género
Por mi padre, un sargento
De la guerra de Cuba
Colmado de mala leche
Y cuartelero
El miedo que guarda la viña
Que anuncian los impostores de la fe
Mantenía un falso equilibrio
Del amor de una madre
Para con el padre y con los hijos
Siempre distinto
Como el horizonte de la Vida
Sembrado de sueños
Y una idea del fin del mundo
A la vuelta de la esquina
Meciéndose en el columpio
Y agarrándose
De los traviesos pelos
Las abuelas
En las tormentas del sexo
El tabaco y el alcohol
Eran dolor en silencio
Sumisión callada en el lujurioso laberinto
En el que entraban al mismo tiempo del acto
Dios y el diabólico estado
Teniendo cada una de las dos
Más de cinco hijos
Haciendo verdad el dicho :
" Éramos pocos
Y parió la abuela ¡
Afecto y magia de coneja
Aliadas del perdón y de la ofensa
De unos canallas
El uno, como digo
Labrador chuchero
El otro, guerrero en Cuba
En complicidad de hostias
Y benditos sortilegios
Las abuelas, Bárbara y Blanca
Escuchan al cielo
Mientras los abuelos pasan el timo
Por las Trompas de Falopio
Hasta que un día
Bárbara, hastiada y cansada
De ser tantas veces jodida
-Esta sería la última laudatoria, pensó
Y el pene de su marido
Sería laude con que se cierra el sepulcro-
Se cosió la Vagina
Con sus dedos tan labrados
Tan fregados
Pues veía su cuerpo como un despojo
En manos de un depredador regalado
Con la vagina como un papel de fumar
Y la matriz caída
De tanto rozar los trigales
Para ir a espigar
Yo he soñado junto a mi madre
Recordando a las abuelas
Que no a los abuelos
Ahora ellos todos están dormidos
Escuchando entre los hombres
Solamente
El canto del gallo
De los Jumentos el Rebuzno
Y de los perros el ladrido
Rebuzno que no extrañarán
Porque es el canto de mayor aprecio
Pues tan solo del Rebuzno
Los hombres viven puros y netos
Pero sí, sí
A los abuelos les echo en falta
Porque me hubieran cogido
Entre sus piernas
-como más tarde me hicieran los curas del Convento-
Y en un baile de san vito
Hubiera sentido su polla
Esa polla de libro de familia
Del que bebieron y engendraron las abuelas
Como cuando en Córdoba bebieron
Del Caño del Potro
De un potro echando polvos
A tontas y a locas
Como hacía "el Perusino"
Pedro Vanucci, maestro da Rafael
en Roma.
Daniel de Cullá