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Article publié le 5 octobre 2010. oOo La inmortalidad es un enigma para el llamado de la muerte. ¿A quién le interesa eso en ese momento ? Su acta de defunción : el soñante. Su sepelio : un crimen ancestral. Su no ser. ¿Dónde está si no aparece su deseo ? El sujeto, un yo dormido. Su duelo : despertar. Su noticia : cuando uno sueña de uno... La historia es de una mujer que se encontró con la muerte en su cuerpo. La hizo salir como imagen a través de un acto onírico. Conclusión : la mortalidad sonríe en los brazos del hombre, mientras la otra, ella, mira su reflejo en los ojos de él. Epígrafe : La muerte es como una mujer real. Pero –mi muerte-, que no es mi cadáver, es como un amante descubierto. Donde su sexo es otro. Un difunto inconcebible. Una presencia que se desvanece en las tinieblas de la memoria y la llamada realidad. En fin, la palabra es un orificio sin sepultura para que lo femenino aparezca sin confusión en el rostro de lo masculino. Para que se distinga el vacío del cuerpo. Para que un hombre crea en una mujer. Para que una mujer invente su existencia. Para que la mujer encarne el verbo y el hombre también. Para que no duela la identidad en todo el cuerpo. Para que la muerte no acose a ninguno de los dos con toda su presencia y ausencia en el encuentro con la dicha más allá del otro, en eso posible : yo te amo hasta... La vida : angustia de Edipo en la boca del oráculo y en el lecho de la mujer toda y no toda. Casi. Esfinge y enigma de la cifra de los deseos humanos. Realmente de ahí en adelante ni mía ni tuya. De nadie esa es la verdad no dicha. ¿Quién lo dice ? Tú lo sabes. ¿Su madre o la muerte ? ¿Quién eres ? ¿Quién soy ? Ninguna. ¿Soy otra ? |
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