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La muerte llevaba vendas en los ojos
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 Article publié le 11 septembre 2007.

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Adolfo Ruiseñor, traductor

I

La muerte llevaba vendas en los ojos. Grandiosa voz domadora de los desiertos –mi corazón—combatía a los ángeles. Era el niño en su caballo blanco. Atravesaba los espejos ; andaba descalzo sobre las tumbas de las almas perturbadas ; bebía la sangre de las sombras en un cáliz tomado de la voz de un cuervo, del lecho profundo de un dios olvidado. La muerte tenía los ojos de ese dios, hacía de él su casa. Corría por las venas como humareda y cruzaba la ciudad y sus torres de sangre ; vendedora de milagros.

El deber en los callejones y callejas, un ángel traza una jeringa. En aquella prisión de vidrio ellos viajan con otros dioses. Descubren el útero del tiempo. Encuentran el poeta que vive en el abismo.

 

II

 

María no consigue más evocar el rostro de su madre. Cuando alguien pregunta, da siempre la misma respuesta : ¡Mi madre es la calle !

María, doce años. Carga una muñeca, regalo de Navidad. Pero la miseria no le da tregua ; el hambre tiene rostro antiguo dentro de María. La virginidad tiene su valor. El sudor de aquel hombre le corre por el cuerpo. El sol es un puñal. Rehace su rostro. Corta el alma. El lloro, el grito, y ningún ángel para escuchar. Ninguna lágrima. 

¡Hoy ella almorzó !

José usa la muñeca para limpiarla. La sienta a su lado. Llora.

- ¿Qué fue ? ¿Por qué está llorando ? Guardé un poco de comida para usted. 

 

III

 

Un minuto. La encrucijada. Árbol de ramas retorcidas y frutos sueltos. A los pies pedazos de pan, un espejo, una vasija con agua, una madeja de lana, una victrola. Una pequeña con un mazo de naipes en las manos. Ella cubre el espejo con pequeños pedazos de pan. Toma una carta y la escudilla. Mira para los dos objetos. Zambulle la carta. Comienza a moverse de un lado a otro. Gira, gira. Retira la sombra dentro de la sombra, arrastra el silencio para dentro de la vasija. Eleva las manos, las juega para lo alto. El agua cae en la madeja de lana. Cada milímetro de la madeja conduce a otro laberinto. Con un rosario de carnes la pequeña coge niños sin sombras.

 

IV

 

Está surgiendo un silencio nuevo cada día, y siempre surge ese abismo que ronda las sombras blancas del papel. El disparo de un ángel sádico quebró mis alas. –Madre ; hoy no escuché su bendición ; siento una risotada cortar el aire.

En el lecho profundo de un dios olvidado la muerte llevaba vendas en los ojos.

A morte usava vendas nos olhos

 

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I

A morte usava vendas nos olhos. Grande voz domadora dos desertos – meu coração – combatia os anjos. Era o menino em seu cavalo branco. Atravessava os espelhos ; andava descalço por entre os lotes de almas perfuradas ; bebia o sangue das sombras com um cálice retirado da voz de um corvo, do leito profundo de um deus esquecido. A morte usava os olhos desse deus, fazia dele o seu lar. Corria pelas veias como fumaça e cruzava a cidade e suas torres de sangue ; mercadora de milagres.


O dever nos becos e vielas, um anjo traz uma seringa. Naquela prisão de vidro eles viajam com outros deuses. Descobrem o útero do tempo. Encontram o poeta que habita o abismo.

 

II

 

Maria não consegue mais lembrar do rosto de sua mãe. Quando alguém pergunta, dá sempre a mesma resposta : - Minha mãe é a rua !

Maria, doze anos. Carrega uma boneca, presente de Natal. Mas a miséria não dá trégua ; a fome é um rosto antigo, dentro de Maria. A virgindade tem seu valor. O suor daquele homem corre pelo corpo. O sol é um punhal. Refaz seu rosto. Corta a alma. O choro, o grito, e nenhum anjo para escutar. Nenhuma lágrima. 

Hoje ela almoçou !

José usa a boneca para limpá-la. Senta ao seu lado. Chora.

– Que foi ? Por que está chorando ? Guardei um pouco de comida para você.

 

III

 

Um minuto. A encruzilhada. Árvore de galhos retorcidos e frutos soltos. Aos pés : pedaços de pão, um espelho, uma cuia com água, um novelo de lã, uma vitrola. Uma criança com um maço de cartas nas mãos. Ela cobre o espelho com pequenos pedaços de pão. Apanha uma carta e a cuia. Olha para os dois objetos. Mergulha a carta. Começa a movimentar-se de um lado a outro. Gira, gira. Retira a sombra dentro da sombra, arrasta o silêncio para dentro da cuia. Eleva as mãos ; joga-os para o alto. A água, cai no novelo de lã. Cada milímetro do novelo, tece um outro labirinto. Com um rosário de carnes a criança colhe meninos sem sombras.

 

IV

 

Está surgindo um silêncio novo a cada dia, e sempre surge esse abismo que ronda as sombras brancas do papel. O tiro de um anjo sádico quebrou minhas asas. –Mãe ; hoje não escutei a sua benção ; sinto uma risada cortar o ar.

No leito profundo de um deus esquecido a morte usava vendas nos olhos.

 

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