Ayer estuve en Suances, Cantabria
y, en los servicios de un Restaurante
por entre la ventana del de caballeros
he visto a una mujer en camisa
y sentido un díptero en mi oreja
con cabeza de dos antenas
dos palpos en forma de pluma
y una trompa erecta
con vara y media de aguijón
al que no he podido aplastar con disimulo
pues el muy cabrón se me escurría
y me daba por culo
aunlimpiándome los oídos con agua fría.
Con pies largos y muy finos
y dos alas transparentes
que con su rápido mover
producía en mis oídos el tradicional zumbido
intentando libar el jugo del cerumen
o la sangre de mis venas finas
escurridizo se escondía el muy cabrón
con las puntas de sus patas
hurgando las raíces de los pelos
del cuero cabelludo
mirándomeyo al espejo
sin conseguir poder verlo
arrascando elpelo con un peine sin púas
porver si atrapaba el cínife entre la caspa
y le aplastaba ; pero nada.
En esta tesitura
en un momento, por instinto de cencerro
mevi tocándome, con las dos manos
los huevosque os enseño
aplastando entre los cojones
alcínife que era bien negro
hijo de una ladilla cántabra y parda.